
13 Nov ¿Dónde situamos la virtud de la transparencia?
Autor: Joaquín Garralda, Decano de Ordenación Académica de IE Business School
Para algunos directivos, la transparencia creciente es un reto al que se resisten denodadamente. Aceptan a regañadientes las normas que les obligan a dar información sobre unos temas específicos – que consideran superfluos para su negocio -, pero su resentimiento se refugia en la decisión sobre los estándares para dar esa información. La arbitrariedad en la selección de los indicadores y la trivialidad de los argumentos utilizados, impiden hacer una comparación servible tanto entre los sucesivos años, como con sus competidores. El resultado es una información – que cumple en parte con la obligación – pero que es de escaso valor para conocer la realidad de la empresa. ¿Les queda mucho tiempo para seguir refugiándose en esta estrategia?
La creciente integración de los factores ASG (Ambientales, Sociales y de Gobierno corporativo) en las decisiones de los inversores institucionales, está obligando a las empresas a suministrar una información de más calidad. Para el Gobierno corporativo, ¿podemos encontrar una orientación de dónde situarnos?
Aristóteles proponía encontrar la virtud en el “término medio” entre dos extremos no deseables. En la virtud de transparencia, los dos extremos no deseables – la opacidad y la desnudez – se muestran “inestables”, ya que, si miramos la transparencia desde uno de los extremos, parece que “el medio” está relativamente más cerca del otro extremo. Esta observación ya la hizo Aristóteles respecto a la virtud de la ambición, que no tenía extremos bien definidos.
Una manera de situar este término medio, es distinguir entre la transparencia regulada con mucha precisión y la no regulada. El término medio sería un espacio que podemos denominar de “buena reputación”. El ejemplo más claro son las “recomendaciones” de Buen Gobierno que hace la CNMV, que, si bien no son obligatorias, sí es obligado informar si se cumplen o no, explicando la razón.
Este espacio de “buena reputación” es cada vez más amplio y exigente por parte de los inversores. Por tanto, la solución no es mirar cómo informo sin decir mucho, sino en comunicar para ganar esa buena reputación, que sí es la “virtud” que los inversores están esperando.
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